viernes, 3 de abril de 2020

FIESTA DE REGLA




MISA SOLEMNE DEL VIERNES DE DOLORES (03-04-2020)

MONICIÓN AMBIENTAL
          En esta noche, fiesta de regla de la Hermandad, reunidos como hermanos vamos a celebrar una vez más el misterio de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, acompañando a María en sus dolores y su Soledad.
          Es de noche y es soledad. Está solo colgado en un madero. Y la sangre se abre en la última lanzada. Unas manos de madre recogen la última gota. Agua y sangre. Es María.
          Está de pie y agarrada al bordón de una cruz desnuda. Su corazón tiembla como la arena en el desierto. Ha recogido siete palabras y las graba en silencio, una a una en su corazón.
          Ella es testigo del pueblo conducido a la Promesa. Ella da a luz, en sufrimiento, una nueva vida: la Iglesia.
          Animados por estos sentimientos y como hermanos, e hijos de nuestra Madre de la Soledad, sintiéndonos Iglesia junto a los que ya no están con nosotros, dispongámonos a celebrar esta Eucaristía.


MONICIÓN DE LA 1ª LECTURA (Jeremías 20, 10-13)
          Jeremías, como todos los profetas tuvo que enfrentarse a una dura decisión: entregarse a la palabra de Dios o someterse a los hombres que no escuchaban a Dios, porque sólo buscaban aprovecharse de la gente. Al aceptar su misión de servir a Dios lo único que recibió de los demás fueron violencia, burlas, difamaciones. Pero su fe fue tan grande que no sucumbió ante las amenazas.


PRIMERA LECTURA: Jeremías 20, 10-13
Lectura del libro de Jeremías.
Oía la acusación de la gente:
<“Pavor-en-torno”,
delatadlo, vamos a delatarlo>.
Mis amigos acechaban mi traspié:
“A ver si, engañado, lo sometemos
y podemos vengarnos de él”.
Pero el Señor es mi fuerte defensor:
me persiguen, pero tropiezan impotentes.
Acabarán avergonzados de su fracaso,
con sonrojo eterno que no se olvidará.
Señor del universo, que examinas al honrado
y sondeas las entrañas y el corazón,
¡que yo vea tu venganza sobre ellos,
pues te he encomendado mi causa!
Cantad al Señor, alabad al Señor,
que libera la vida del pobre
de las manos de gente perversa.
Palabra de Dios.


Salmo 17, 2-7  

R/. En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó.

          V/. Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza;
                Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.   R/

          V/. Dios mío, peña mía, refugio mío,
                escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
                Invoco al Señor de mi alabanza
                y quedo libre de mis enemigos.   R/.

          V/. Me cercaban olas mortales,
                torrentes destructores me aterraban,
                me envolvían las redes del abismo;
                me alcanzaban los lazos de la muerte.   R/.
          V/. En el peligro invoqué al Señor,
                grité a mi Dios:
                desde su templo él escuchó mi voz,
                y mi grito llegó a sus oídos.   R/.


MONICIÓN DEL EVANGELIO (Juan 19, 25-27).
          En el Evangelio que se va a proclamar a continuación contemplaremos a María al pie de la Cruz y el discípulo que está con ella que no es otro que el mismo evangelista, representa a los fieles acogidos en el seno de la madre Iglesia.
Para su soledad y para la ausencia definitiva del Hijo, Jesús encomendó mutuamente a la Madre y al discípulo predilecto



          EVANGELIO
        Lectura del santo evangelio según san Juan 19, 25-27
        En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
        Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:     - “Mujer, ahí tienes a tu hijo.”
        Luego, dijo al discípulo:
        - “Ahí tienes a tu madre.”
        Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
                 Palabra del Señor.



Reflexión a la Palabra
María seguía a Jesús y escuchaba las palabras que la gente decía: todas las palabras a favor y en contra de Jesús. María estaba siempre cerca de su Hijo. Al final, está allí, de pie, mirando al Hijo en la Cruz. Quizá escuchó los comentarios: “Mira, esa es la madre de uno de los tres delincuentes”. Pero se quedó callada: es la Madre, no renegó del Hijo, dio la cara por el Hijo. Esto que yo digo ahora son pequeñas palabras para ayudar a contemplar, en silencio, este misterio: en ese momento, ella nos dio a luz a todos nosotros, dio a luz a la iglesia.
Papa Francisco.

Señor, nos tenías reservado para el último momento tu más preciado y dulce regalo, tu Madre dolorosa. Con Juan, acojo a María como algo propio en mi casa, en mi corazón, en mi vida. Con ella me será más llevadero adaptar mi vida a la tuya: es tu mejor discípula conviviendo contigo en Nazaret y siguiéndote hasta el Calvario; es mi mejor maestra, con su silencio al pie de la Cruz.


PETICIONES

          Padre amoroso, bendice abundantemente a la Iglesia para que, abierta a los dones del Espíritu, responda con generosidad a las necesidades de los hombres de nuestro tiempo.
          ROGUEMOS, CON MARÍA, AL SEÑOR.

          Padre justo, hoy traemos a tu altar las necesidades de todos los gobernantes. Concédeles el don de la justicia, para que respondiéndote a Ti sean justos con todos aquéllos a los que por oficio tienen que servir.
                    ROGUEMOS, CON MARÍA, AL SEÑOR.

          Padre providente, que aquéllos que experimentan la necesidad de pan, de cultura, de vivienda o de trabajo, o viven en la cruz de la droga, de la enfermedad, de la soledad y del dolor, encuentren en la solidaridad de sus hermanos alivio a sus necesidades.
                    ROGUEMOS, CON MARÍA, AL SEÑOR.

          Padre bueno, te confiamos a la Directiva, costaleros y costaleras, miembros de la Agrupación Musical, Grupo Joven y a todos los cofrades de la Hermandad de la Soledad y, especialmente esta noche, a los nuevos cofrades que van a recibir su medalla. Concédenos una actitud constante de acción de gracias por todos los dones que nos das y ayúdanos a ser generosos en el servicio que hoy nos encomiendas.
                    ROGUEMOS, CON MARÍA, AL SEÑOR.

          Padre del amor y la unidad, derrama tu Espíritu sobre los pueblos enfrentados, sobre las familias divididas, sobre las Iglesias separadas, para que encuentren el camino de la reconciliación y de la unión.
                    ROGUEMOS, CON MARÍA, AL SEÑOR.

          Padre misericordioso, te pedimos en esta Eucaristía por todos los difuntos y enfermos de la pandemia y por sus familiares. Acoge en tu gloria, especialmente en esta noche, a los difuntos de la Hermandad de la Soledad: Pilar, Juan, Catalina, Pedro Marta, Francisco, Antonia, Raúl y Sara y demás difuntos de la Hermandad, para que puedan ya disfrutar de tu presencia en el cielo.
                              ROGUEMOS, CON MARÍA, AL SEÑOR.

ACCIÓN DE GRACIAS.

          Otro año más, y por tercer día consecutivo, nos encontramos reunidos en familia junto a ti, Madre de la Soledad.
          Te damos gracias porque, con tu amor de madre, intentas reunir a tus hijos en torno a ti y sufres en tu soledad cuando no respondemos a tu llamada.
          Te damos gracias porque tu mirada nos consuela en nuestras penas; tus ojos nos indican el camino de la verdad; tus lágrimas enternecen nuestra alma y nos mueven al arrepentimiento; tu corazón herido nos hace ser solidarios con los sufrimientos y necesidades de los demás.
          Te damos gracias porque tus manos siempre están abiertas a nuestras necesidades; porque siempre escuchas, como madre amorosa, a todos los que acudimos a Ti en busca de refugio y consuelo.
          Te damos gracias porque permites que te portemos por la calles de nuestro pueblo para que así que puedas ver a todos tu hijos, incluso a los más alejados.
          Te damos gracias, en fin, Madre, por darnos a Jesús; porque eres nuestra valedora ante tu Hijo; porque gracias a Ti hemos sido redimidos.