Exponemos aquí algo de la vida y obra de Miguel Rodríguez Candia a quien la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad está ayudando para conseguir la compra de una ambulancia en apoyo de su obra social con los niños abandonados de las calles de Lima.
¿Quién es Miguel Rodríguez Candia y cuál es su obra social?
"Miguel Rodríguez dirigía una agencia de noticias en Lima y vivía feliz con su esposa y sus tres hijos disfrutando de bastantes comodidades. Sin embargo, la muerte de su hijo menor, de tan solo seis meses, cambió radicalmente su vida y la de muchos niños que vivían en las calles de la capital peruana. Esta triste pérdida le hizo mirar con otros ojos a los niños abandonados ya que "ellos tenían vida aunque no tuvieran dinero".
Desde entonces, Miguel Rodríguez dedica su vida a acoger niños que viven en las calles de Lima en una "gran casa", llamada Sagrada Familia, en la que viven hoy en día casi 550 niños".
(Tema de la semana. Iglesia Córdoba nº 88, del 14/01/07).
En realidad, la cifra de niños acogidos llega, al día de hoy, a 636 niños, y está continuamente aumentando.
¿Quién es Miguel Rodríguez Candia y cuál es su obra social?
"Miguel Rodríguez dirigía una agencia de noticias en Lima y vivía feliz con su esposa y sus tres hijos disfrutando de bastantes comodidades. Sin embargo, la muerte de su hijo menor, de tan solo seis meses, cambió radicalmente su vida y la de muchos niños que vivían en las calles de la capital peruana. Esta triste pérdida le hizo mirar con otros ojos a los niños abandonados ya que "ellos tenían vida aunque no tuvieran dinero".
Desde entonces, Miguel Rodríguez dedica su vida a acoger niños que viven en las calles de Lima en una "gran casa", llamada Sagrada Familia, en la que viven hoy en día casi 550 niños".
(Tema de la semana. Iglesia Córdoba nº 88, del 14/01/07).
En realidad, la cifra de niños acogidos llega, al día de hoy, a 636 niños, y está continuamente aumentando.
A continuación se transcriben algunos párrafos de un reportaje de Credibank magazine.
"A mi hijo le dio un ataque cardíaco y lo reanimaron, estuvo bien, pero le duró tres minutos, me miró, me sonrió, le dio uno fulminante y falleció. Toda mi arrogancia se desinfló en ese segundo, el hecho de tener y no tener mucho. Eso hizo que cambiara mi actitud de vida. Cuando salí del hospital me encontré con niños de la calle, pedían asistencia médica, no los atendían, estaban muy sucios, olían mal, eran niños de nadie y no tenían dos soles para pagar, porque seguramente se lo gastaron en consumir terokal. Ahí me di cuenta que ellos realmente estaban abrazos a Dios y que vivían colgados no de un hilo invisible como el de nosotros, sino de una soga, bien atados a él. Me dio una lección de amor, un amor de padre impresionante, ellos podían vivir, Dios se llevó al mío, seguramente lo necesitaba más que yo.
Empecé a llevarles comida, medicinas, me volví una persona distinta con un compromiso limitado, yo iba a mi trabajo y por las noches estaba con ellos...
En un momento cuatro niños me dicen: ya no quiero estar en la calle, quiero irme a vivir contigo, tú eres buena gente; entonces la flaqueza del ser humano me hizo decir que no, pensé, un momento, mi compromiso es dar comida, pero no llevarlos a vivir conmigo... entonces me compliqué la vida hasta que uno de ellos lloró y me dijo "yo ya no quiero más la calle, yo quiero estar contigo".
Me los llevé a los cuatro, fue la noche, quizás, la primera noche más feliz de mi vida, ni mi matrimonio ni nada había sido tan precioso, sentí que no caminaba, volaba con ellos. Llegamos a la casa, cenamos, me maté de risa con sus historias, al día siguiente me levanté y no los encontré, se habían ido.
Yo también me decía por qué y empecé a preguntar al "flaco" (Jesucristo), qué pasó, me das un caramelo y me lo quitas, yo quiero hacer algo, pero si tú no quieres, pues yo ya no hago nada. Decidí no ir a la calle, decidí volver a mi trabajo, decidí volver a ser un cristiano normal y como consecuencia de eso en la noche leyendo mi periódico, llaman a la puerta y eran los cuatro niños, meten la cabecita y me dicen: "oye, hemos vuelto", con una paciencia total y absoluta. Yo estaba con ira, con coraje, retrocedí y les pregunté qué había pasado, me dicen: fuimos a buscar a nuestros amigos porque también quieren vivir en una casa; saco la cabeza y había ocho enanos más, una lección de amor de estos niños.
... Decidimos vender la casa y nos vinimos acá, a este arenal. Hice mi primera casita, en la que ahora está el taller de carpintería y ya no éramos 12, sino 20, 25, 30, vendí el carro, vendí todo lo que tenía, ya que no había nada más, entonces me dije voy a terminar vendiéndome yo, qué hacemos, y empezamos a hacer nuestros primeros negocios. Intentando salir del apuro hicimos tortas de cumpleños, yo nunca antes lo había hecho en mi vida, pero aprendí, empezamos a hacer pan en latas, hacíamos todo lo que podíamos, lo vendíamos y nos dimos cuenta de que éramos capaces de muchas cosas...
Yo siempre he sido un cristiano, pero antes era un cristiano sin trabajo, sin "chamba", esto porque iba a misa, me sentía bien y estaba muy preocupado en hacer mis reuniones cristianas con mis amigos en mi casa para orar un ratito y después tomar un vinito, pero yo creo que Dios y sus caminos tienen cosas para cada uno de nosotros"...
En la Comunidad Sagrada Familia sólo aceptan niños desde los dos años hasta los 16 como máximo: "Hasta esa edad tenemos que formarlos en carpintería, panadería, cerámica y, además, buscarles empleo". Una vez cumplidos los 16 años, los jóvenes deben abandonar la comunidad e irse a vivir solos. Ellos no podrán en los siguientes tres meses volver, ni siquiera de visita, esto para demostrar que están saliendo adelante.
En el difícil camino que tomó Miguel nunca deja de encontrar obstáculos, que no son más que pruebas de su fe y firmeza: "Dudo muchas veces y he recibido impresionantes lecciones de amor de estos niños. Hace años decidí cerrar la casa porque no teníamos ni para comer, no teníamos absolutamente nada, yo estaba en la calle y reuní a todos los niños y les dije: no tengo nada para darles, ya no hay comida, no hay ropa, no tenemos nada y yo me voy con mi familia, llévense todo lo que tenemos aquí, frazadas, colchones, ollas, vasos, llévenselo todo, déjenme tranquilo con mi vida, ya no doy más. Los pobres salieron de la casa agarraron lo que pudieron, todos cabizbajos, éramos como 40 ó 50. Cerca de las 12 ó 1 de la mañana desesperado abro la puerta y ahí estaban todos a la intemperie, aquí hace un frío atroz a esa hora, estaban sentados con todo lo que les había dado, abrí la puerta y empezaron a entrar, yo no aguanto esas cosas, imagínate, es una lección fenomenal. La última que me pasó fue cuando sentí que esto ya no daba más, estaba mal, encima me tuve que hacer operar y uno de los niños se para y me dice: profe, hay una solución acá, todavía sonriendo: ¿y el "flaco", te has olvidado de él?"
Los niños se levantan muy temprano, más o menos a las 5:30 h. ó 6:00 h., para salir a vender el pan que otro grupo de niños ya trabajó por la noche. A las 7:00 h. tomamos el desayuno: leche con un bollo de pan. Luego limpiamos la Casa. A medio día almorzamos lo que buenamente tengamos, por ejemplo, arroz con lentejas. Por la tarde, van al colegio, después entran en los talleres y juegan. Por la noche, después de tomar una infusión con pan, nos reunimos y hablamos del "Flaco", de la opción que, hoy en día, nos ha dado para mirar su creación, para ver todo lo que Él ha hecho.
"A mi hijo le dio un ataque cardíaco y lo reanimaron, estuvo bien, pero le duró tres minutos, me miró, me sonrió, le dio uno fulminante y falleció. Toda mi arrogancia se desinfló en ese segundo, el hecho de tener y no tener mucho. Eso hizo que cambiara mi actitud de vida. Cuando salí del hospital me encontré con niños de la calle, pedían asistencia médica, no los atendían, estaban muy sucios, olían mal, eran niños de nadie y no tenían dos soles para pagar, porque seguramente se lo gastaron en consumir terokal. Ahí me di cuenta que ellos realmente estaban abrazos a Dios y que vivían colgados no de un hilo invisible como el de nosotros, sino de una soga, bien atados a él. Me dio una lección de amor, un amor de padre impresionante, ellos podían vivir, Dios se llevó al mío, seguramente lo necesitaba más que yo.
Empecé a llevarles comida, medicinas, me volví una persona distinta con un compromiso limitado, yo iba a mi trabajo y por las noches estaba con ellos...
En un momento cuatro niños me dicen: ya no quiero estar en la calle, quiero irme a vivir contigo, tú eres buena gente; entonces la flaqueza del ser humano me hizo decir que no, pensé, un momento, mi compromiso es dar comida, pero no llevarlos a vivir conmigo... entonces me compliqué la vida hasta que uno de ellos lloró y me dijo "yo ya no quiero más la calle, yo quiero estar contigo".
Me los llevé a los cuatro, fue la noche, quizás, la primera noche más feliz de mi vida, ni mi matrimonio ni nada había sido tan precioso, sentí que no caminaba, volaba con ellos. Llegamos a la casa, cenamos, me maté de risa con sus historias, al día siguiente me levanté y no los encontré, se habían ido.
Yo también me decía por qué y empecé a preguntar al "flaco" (Jesucristo), qué pasó, me das un caramelo y me lo quitas, yo quiero hacer algo, pero si tú no quieres, pues yo ya no hago nada. Decidí no ir a la calle, decidí volver a mi trabajo, decidí volver a ser un cristiano normal y como consecuencia de eso en la noche leyendo mi periódico, llaman a la puerta y eran los cuatro niños, meten la cabecita y me dicen: "oye, hemos vuelto", con una paciencia total y absoluta. Yo estaba con ira, con coraje, retrocedí y les pregunté qué había pasado, me dicen: fuimos a buscar a nuestros amigos porque también quieren vivir en una casa; saco la cabeza y había ocho enanos más, una lección de amor de estos niños.
... Decidimos vender la casa y nos vinimos acá, a este arenal. Hice mi primera casita, en la que ahora está el taller de carpintería y ya no éramos 12, sino 20, 25, 30, vendí el carro, vendí todo lo que tenía, ya que no había nada más, entonces me dije voy a terminar vendiéndome yo, qué hacemos, y empezamos a hacer nuestros primeros negocios. Intentando salir del apuro hicimos tortas de cumpleños, yo nunca antes lo había hecho en mi vida, pero aprendí, empezamos a hacer pan en latas, hacíamos todo lo que podíamos, lo vendíamos y nos dimos cuenta de que éramos capaces de muchas cosas...
Yo siempre he sido un cristiano, pero antes era un cristiano sin trabajo, sin "chamba", esto porque iba a misa, me sentía bien y estaba muy preocupado en hacer mis reuniones cristianas con mis amigos en mi casa para orar un ratito y después tomar un vinito, pero yo creo que Dios y sus caminos tienen cosas para cada uno de nosotros"...
En la Comunidad Sagrada Familia sólo aceptan niños desde los dos años hasta los 16 como máximo: "Hasta esa edad tenemos que formarlos en carpintería, panadería, cerámica y, además, buscarles empleo". Una vez cumplidos los 16 años, los jóvenes deben abandonar la comunidad e irse a vivir solos. Ellos no podrán en los siguientes tres meses volver, ni siquiera de visita, esto para demostrar que están saliendo adelante.
En el difícil camino que tomó Miguel nunca deja de encontrar obstáculos, que no son más que pruebas de su fe y firmeza: "Dudo muchas veces y he recibido impresionantes lecciones de amor de estos niños. Hace años decidí cerrar la casa porque no teníamos ni para comer, no teníamos absolutamente nada, yo estaba en la calle y reuní a todos los niños y les dije: no tengo nada para darles, ya no hay comida, no hay ropa, no tenemos nada y yo me voy con mi familia, llévense todo lo que tenemos aquí, frazadas, colchones, ollas, vasos, llévenselo todo, déjenme tranquilo con mi vida, ya no doy más. Los pobres salieron de la casa agarraron lo que pudieron, todos cabizbajos, éramos como 40 ó 50. Cerca de las 12 ó 1 de la mañana desesperado abro la puerta y ahí estaban todos a la intemperie, aquí hace un frío atroz a esa hora, estaban sentados con todo lo que les había dado, abrí la puerta y empezaron a entrar, yo no aguanto esas cosas, imagínate, es una lección fenomenal. La última que me pasó fue cuando sentí que esto ya no daba más, estaba mal, encima me tuve que hacer operar y uno de los niños se para y me dice: profe, hay una solución acá, todavía sonriendo: ¿y el "flaco", te has olvidado de él?"
Los niños se levantan muy temprano, más o menos a las 5:30 h. ó 6:00 h., para salir a vender el pan que otro grupo de niños ya trabajó por la noche. A las 7:00 h. tomamos el desayuno: leche con un bollo de pan. Luego limpiamos la Casa. A medio día almorzamos lo que buenamente tengamos, por ejemplo, arroz con lentejas. Por la tarde, van al colegio, después entran en los talleres y juegan. Por la noche, después de tomar una infusión con pan, nos reunimos y hablamos del "Flaco", de la opción que, hoy en día, nos ha dado para mirar su creación, para ver todo lo que Él ha hecho.