Si
hay cuestiones complicadas de expresar o contar, porque faltan las palabras que
puedan reflejar tanto todo lo bueno que se quiere contar sobre alguien, así
como expresar el dolor que una situación supone.
En
el día de hoy nos vemos en esa tesitura, de tener que comunicar el
fallecimiento de D. Juan Caballero y no hay palabras que puedan expresar lo que
ha supuesto para nuestra Parroquia, nuestra Hermandad, para Pozoblanco… aún
menos hay palabras que puedan expresar el dolor que ello supone.
Por
ello la mejor manera de hablar sobre el fallecimiento de nuestro querido D.
Juan, será utilizando las palabras que la Diócesis de Córdoba ha publicado
sobre él:
El sacerdote Juan
Caballero Romero ha fallecido el día 4 de mayo, en Pozoblanco, a los 90 años de
edad. Era natural de Villanueva del Duque y fue ordenado presbítero en la Santa
Iglesia Catedral, el 17 de junio de 1951.
Juan Caballero
comenzó su ministerio sacerdotal como párroco de Santa Catalina en Fuente La
Lancha durante dos años, y más tarde como párroco en en Ntra. Sra. del Carmen
en Cardeña y después en la parroquia de Santa Mª del Soterraño en Aguilar hasta
1972, año en que fue elegido Vicario Episcopal de la Sierra y designado párroco
de San Sebastián en Pozoblanco.
Asimismo, ha
servido como arcipreste de la zona de Pozoblanco -Villanueva de Córdoba,
miembro del Consejo de Asuntos Económicos, subdelegado de la Delegación del
Clero en la Zona de la Sierra, capellán de la Residencia de Ancianos «Hermanos
Muñoz Cabrera» en Pozoblanco, entre otros.
También
queremos compartir unas bonitas letras, de Ana Mª Cabrera, que nos han hecho
llegar algunos cofrades:
Adiós “Padre Juan”,
es doloroso despedirse de un Párroco como tú, un Padre de su feligresía a la
que has dado “hasta tú último aliento”.
Sacerdote
incansable, con celo apostólico ejemplar y un corazón que no hay “metro que lo
pueda medir” ni “peso que lo pueda pesar”. El Cura del “Seat 600 amarillo”, que
por todos los sitios que pasaba iba haciendo ruido con el claxon, saludando a
unos y a otros, porque “tú” eras de todos y para todos, sin distinción. Todavía
recuerdo las palabras de un mendicante en la puerta de mi casa: “el cura de la
Iglesia de ahí arriba sí que es bueno”. Esa es la mejor definición, hombre
bueno, sencillo, de corazón grande y Padre de todos los fieles a los que había
consagrado la vida.
Tú en muchas
ocasiones decías que te encantaba el Santo Cura de Ars, yo creo que has llegado
a su altura de santidad, y hasta dudo si
no lo has superado.
Se que lo mismo que
has sabido estar en los momentos buenos y menos buenos “entre los tuyos y con
los tuyos”, vas seguir haciéndolo ahora desde el cielo, así que más que un
adiós, hasta siempre, porque un corazón que es todo amor y entrega no muere
nunca y el tuyo se ha quedado con tus feligreses tarugos. Cuídanos mucho. Te
queremos.