miércoles, 4 de mayo de 2016

Fallece D. Juan Caballero

Si hay cuestiones complicadas de expresar o contar, porque faltan las palabras que puedan reflejar tanto todo lo bueno que se quiere contar sobre alguien, así como expresar el dolor que una situación supone.

En el día de hoy nos vemos en esa tesitura, de tener que comunicar el fallecimiento de D. Juan Caballero y no hay palabras que puedan expresar lo que ha supuesto para nuestra Parroquia, nuestra Hermandad, para Pozoblanco… aún menos hay palabras que puedan expresar el dolor que ello supone.

Por ello la mejor manera de hablar sobre el fallecimiento de nuestro querido D. Juan, será utilizando las palabras que la Diócesis de Córdoba ha publicado sobre él:
El sacerdote Juan Caballero Romero ha fallecido el día 4 de mayo, en Pozoblanco, a los 90 años de edad. Era natural de Villanueva del Duque y fue ordenado presbítero en la Santa Iglesia Catedral, el 17 de junio de 1951.
Juan Caballero comenzó su ministerio sacerdotal como párroco de Santa Catalina en Fuente La Lancha durante dos años, y más tarde como párroco en en Ntra. Sra. del Carmen en Cardeña y después en la parroquia de Santa Mª del Soterraño en Aguilar hasta 1972, año en que fue elegido Vicario Episcopal de la Sierra y designado párroco de San Sebastián en Pozoblanco.
Asimismo, ha servido como arcipreste de la zona de Pozoblanco -Villanueva de Córdoba, miembro del Consejo de Asuntos Económicos, subdelegado de la Delegación del Clero en la Zona de la Sierra, capellán de la Residencia de Ancianos «Hermanos Muñoz Cabrera» en Pozoblanco, entre otros.

También queremos compartir unas bonitas letras, de Ana Mª Cabrera, que nos han hecho llegar algunos cofrades:

Adiós “Padre Juan”, es doloroso despedirse de un Párroco como tú, un Padre de su feligresía a la que has dado “hasta tú último aliento”.
Sacerdote incansable, con celo apostólico ejemplar y un corazón que no hay “metro que lo pueda medir” ni “peso que lo pueda pesar”. El Cura del “Seat 600 amarillo”, que por todos los sitios que pasaba iba haciendo ruido con el claxon, saludando a unos y a otros, porque “tú” eras de todos y para todos, sin distinción. Todavía recuerdo las palabras de un mendicante en la puerta de mi casa: “el cura de la Iglesia de ahí arriba sí que es bueno”. Esa es la mejor definición, hombre bueno, sencillo, de corazón grande y Padre de todos los fieles a los que había consagrado la vida.
Tú en muchas ocasiones decías que te encantaba el Santo Cura de Ars, yo creo que has llegado a su altura de santidad,  y hasta dudo si no lo has superado.
Se que lo mismo que has sabido estar en los momentos buenos y menos buenos “entre los tuyos y con los tuyos”, vas seguir haciéndolo ahora desde el cielo, así que más que un adiós, hasta siempre, porque un corazón que es todo amor y entrega no muere nunca y el tuyo se ha quedado con tus feligreses tarugos. Cuídanos mucho. Te queremos.